En cualquier democracia, los medios de comunicación tienen un papel crucial como vigilantes y defensores de la verdad. Su misión es informar con objetividad, sin sesgos ni influencias ideológicas, y mucho menos usar su poder mediático para destruir reputaciones. Sin embargo, en Colombia hemos visto casos recientes que ponen en duda el compromiso de algunos medios con la veracidad, como en el caso que enfrenta el abogado Ricardo Giraldo, defensor del Ejército Gaitanista de Colombia en el proceso de paz, quien ha sido objeto de ataques infundados por parte de la Revista Raya.
La revista Raya, de clara inclinación ideológica hacia la izquierda y vinculada a figuras como el senador Iván Cepeda, ha arremetido en repetidas ocasiones contra personas cuyas posturas no coinciden con sus principios políticos. En lugar de presentar hechos, ha optado por difundir calumnias y construir narrativas peligrosas que enmarcan a sus opositores en paradigmas extremos, incitando a sus audiencias, incluidas bodegas digitales, a hostigar y vilipendiar a quienes piensan diferente. Este es el caso de Ricardo Giraldo, a quien han señalado como miembro de la organización que representa legalmente, cuando en realidad solo actúa como abogado en el contexto de los diálogos de paz.
Resulta alarmante que una revista con una clara agenda política utilice su plataforma para desinformar y lanzar ataques sin pruebas. El periodismo debe sostenerse en la búsqueda de la verdad y en la imparcialidad, y no en el uso irresponsable del poder mediático para destruir reputaciones y deshumanizar a quienes no se alinean con sus ideologías.
La situación se agrava cuando estos medios, amparados en la libertad de prensa, justifican sus ataques como parte de su labor informativa, cuando en realidad se trata de campañas de desprestigio. Lo más preocupante es que, bajo esta excusa, se fomenta un clima de intolerancia que ha resultado en consecuencias graves para abogados como Giraldo, que en su rol de defensor de ciertos sectores, son víctimas de calumnias, amenazas y hasta atentados. El ataque reciente del noticiero CM& contra Giraldo, acusándolo sin pruebas de ser el "artífice de un plan para atentar contra el presidente Gustavo Petro", demuestra cuán peligrosos son estos señalamientos. Afortunadamente, mediante una acción de tutela, Giraldo logró que el medio rectificara, al no contar con evidencia alguna que respaldara su acusación.
Este tipo de acciones atenta contra uno de los principios fundamentales de la libertad de prensa: la responsabilidad. En un país como Colombia, donde la polarización política es cada vez más acentuada, la información debe basarse en hechos reales, en investigaciones serias y contrastadas, y no en opiniones disfrazadas de noticias. La libertad de prensa no es sinónimo de libertad para calumniar, difamar o construir narrativas basadas en prejuicios ideológicos.
Los abogados tienen la obligación de defender los derechos de sus clientes, sea cual sea el ámbito en el que estos se encuentren, y la sociedad debe entender que un abogado no es responsable de los actos de quienes representa, sino de garantizar que se les haga justicia bajo el amparo de la ley. La criminalización del ejercicio del derecho en Colombia ha llevado a una peligrosa tendencia donde cualquier persona que representa legalmente a actores polémicos es objeto de ataques, poniendo en riesgo la integridad de los profesionales del derecho.
El caso de Ricardo Giraldo es solo uno de muchos en los que los medios han optado por usar su influencia para erosionar la credibilidad de figuras públicas o profesionales que no encajan con sus posturas ideológicas. Esto no solo es injusto, sino que también vulnera la esencia misma de la libertad de prensa, que debería estar al servicio de la verdad y no de intereses partidistas.
Es hora de que en Colombia los medios de comunicación sean conscientes del poder que tienen y de la responsabilidad que ello conlleva. La sociedad exige información veraz, precisa y objetiva, no ataques gratuitos ni campañas de desinformación que solo profundizan las divisiones. En tiempos de tanta polarización, el país necesita periodistas comprometidos con los hechos y con la ética, no con agendas ideológicas que perjudiquen la vida de quienes piensan diferente. La libertad de prensa debe estar al servicio de la verdad, y esa verdad debe ser el pilar de toda democracia.